Me preguntan cuál es, de acuerdo a mi propia experiencia, la posición estética que debe seguir un artista. Pienso que el artista, en todos los casos, debe superar la realidad; modificar, transformar, mejorar, inventar, soñar la realidad. El artista es eso ante todo y muchas cosas más si se quiere, que pueden enriquecer su obra. Pero antes que nada ver distinto, sentir distinto, con acento propio. En mi caso ese acento va muy ceñido a la forma, a la forma objeto, a la forma color, a la estructura, al andamiaje riguroso, a la construcción sobria y medida. Eso sin perder una actitud vital, no siempre alcanzable, para que aparezca el resorte mágico o metafísico.
Insisto; me siento atraída por la forma: el objeto es en general el protagonista; vivo pendiente de él; me atrae cuando su presencia es inédita y se me impone resuelta en su perfecta proporción. El objeto que deja de ser objeto para convertirse en símbolo.
Realizo apuntes con recuerdos de cosas que descubro y que vuelven transformadas, a veces solas, otras ligadas o agrupadas. Así comienza el juego de las formas en un andamiaje previo a simultáneo, esquemático, medido. Forma objeto, forma viva o simplemente forma. Lo que le da vida, lo que provoca una intimidad, una simpatía, es que a pesar de la simplicidad, a pesar de trasposición formal, subsiste (quiero que subsista) el recuerdo de su origen, o sea la célula viva. Sería de todos modos un proceso de «contra-figuración» que deriva felizmente en su justa medida de la influencia real de lo que nos rodea cotidianamente, a pesar nuestro.
El hecho plástico es para mí fundamental. No quiero decir con esto que no me sienta sacudida por tantos acontecimientos imprevistos, de otra índole, tantos choques emocionales que sin duda fortalecen el quehacer artístico. Mi obra se ha caracterizado por una marcada tendencia a la síntesis geométrica; esa es una constante. Nunca estoy totalmente conforme con mi pintura; a menudo estoy totalmente desconforme. En todos los casos siempre hay algo que debe ser mejorado y cuando un trabajo supera el anterior es ya una gran felicidad. Es un eterno estado de pesadilla, una pesadilla gozosa, si se quiere, como una carrera que se corre muy lentamente y siempre queda el tramo más difícil que cumplir. En eso estoy.
Amalia Nieto